jueves, 31 de mayo de 2007

Una alianza por el clima

Hoy, de camino a la empresa, en uno de esos palos-de-la-calle-donde-se-pone-publicidad me encontré este cartel pegado:


¿Alguien se apunta? Venga, ¡a quitarle las telarañas a la bicicleta!

jueves, 3 de mayo de 2007

Un regalo flotando en el aire

Esta mañana, como todos los días desde que empecé las prácticas en la empresa, me levanté a las 6:30 AM (bueno, siempre apuro un poco el reloj...) y salí de casa hacia la parada del autobús.


Hoy no llovía como ayer, pero hacía bastante viento. Todo parecía mecerse involuntariamente con los resoplidos del viento, hasta las personas, como si quisieran resistirse pero no pudieran.

Diez minutos después de salir para Córdoba, empecé a sentirme mal. No sé, había dormido poco y tenía el estómago un poco raro. Y así estuve prácticamente todo el trayecto.

Pero, cuando estaba a punto de llegar a mi destino, y estabamos parados delante de un semáforo que parecía más avergonzado que rojo, dejé de mirar hacia la calzada a través de la ventanilla. Subí la mirada y allí estaban: unas cuarenta golondrinas se sostenían, haciendo piruetas caprichosas, en el aire.

Entonces me fijé que las golondrinas no soportaban el viento: jugaban con él.

En mi piso, generalmente, hay muchas golondrinas. A veces las miro y parecen muy ocupadas, atareadísimas, buscando ramitas y comida, de un lado para otro.

Pero esas golondrinas que flotaban bajo el manto azul no estaban haciendo nada.

Podrían estar relativamente lejos, pero, aún sin verlas de cerca, podría afirmar que estaban disfrutando. Algunas golondrinas jugaban a perseguirse; otras, aparecían más apartadas del grupo, flotando (Si, no se movían, tan solo flotaban gracias a la resistencia que sus alas ofrecían al viento) solitarias, y otras, subían y bajaban una y otra vez dibujando hélices en el aire.

Por un momento, me pareció que aquellas golondrinas disfrutaban de un día totalmente hedonista. Disfrutaban del viento, del aire.

Y de pronto me sentí muy bien. Hasta dejó de molestarme el estómago. Tal vez si hubiera forzado mis sentimientos, me hubiera observado a mí mismo, me hubiera dicho "¡No seas ñoño, joder!", y nunca hubiera escrito nada de esto. Pero esas golondrinas me hicieron sentir realmente bien.

Ya me gustaban antes las golondrinas. Hoy, después de todo esto, me gustan aún más.