viernes, 16 de marzo de 2007

Dios de mí mismo

Siempre he dicho que adoro la música (aunque el concepto de música ultimamente está un poco distorsionado, para mi gusto).

Si me quitaran la música, no podría imaginarme mi vida. No se por qué: francamente no me he parado a pensarlo. Simplemente lo sé.

Tal vez sea una forma de evadirme, tal vez por sentir que me estoy enganchando a las alas de quien puso sus emociones más fuertes en una canción. Sentir que de pronto te ves inundado por una emoción evocada, de un tiempo y un lugar distintos, pero que no ha perdido su fuerza. Y de pronto te encuentras con la piel de gallina y con los ojos húmedos.

Yo tengo una guitarra. Hay quien dice que la toco bien (ignorantes... xD). Pero yo no toco con afán de ser perfecto. Me da igual si suena a murmullo de maná del cielo o a mierda. Cuando toco me siento bien. Por un momento, se une lo que hago con lo que oigo, con lo que disfruto, y entonces, no existe nada más.

Y entonces, soy dios de mí mismo.

No hay comentarios: